jueves, 15 de octubre de 2009

Sin Tí


Aquella noche tuvimos la posibilidad de vernos por última vez. Nuestros ojos no podían despegarse de tanta armonía, ya casi formaban parte de una pintura. De un momento a otro partimos hacia nuestro destino, sin ni siquiera una despedida y recordando todas las satisfacciones que nos trajo aquel encuentro, nos dormimos lentamente. Recuerdo también como en la madrugada me levanté, embriagada aún de la brisa nocturna, un alboroto doloroso y una partida sin frutos. Nuestros días se fueron oscureciendo poco a poco, eran como el conjunto de todas las noches de invierno. Mis días fueron inacabables, y en uno de esos al despertar ya no poseía ni sus besos ni sus caricias, sólo podía observar al aire que era su única huella. Al principio caí en un abismo que ignoraba, vivía por que respiraba y soñaba por que desconocía la manera de dejar de hacerlo. Tuve momentos utópicos y llegué a creer que iba a volver, tuve etapas que prefiero olvidar pero, a pesar de mis angustias que florecieron a cada instante y de mis originarias penas jamás establecidas por un ser humano hicieron que mi mente vuele por pensamientos que nunca imagino. Soñaba ver su rostro nuevamente, poder conversar sobre nuestros temores, como hicimos en un momento, y verme reflejada en sus diminutos ojos como una mujer que no duda en poseer lo que tiene y no vacila en meditar sobre sus palabras y sus respuestas. Su huida produjo mi malestar, mi vergüenza, mi soledad. Empecé mi búsqueda sin razón, busque su alma en los lugares más ocultos, me sorprendí encontrando cuerpos, palabras y ojos que lo conocían, aunque mi sentir y mi desconfianza hicieron que me alejara y lo siga buscando por otros senderos.

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