miércoles, 4 de junio de 2008

Regreso


La alegría se hacía plena, era quizás la última noche de tanto regocijo, mi cuerpo tambaleaba, y mis labios se veían cansados, pero no dejaban de hablar. Estuviste siempre ahí, observándome, contemplando como mi vibrante estado de inquietud florecía. Pero no fue hasta ese momento que nuestras miradas se entrelazaron, nuestros caminos se cruzaron y me di cuenta de lo que realmente valía la pena. Todo fue tan rápido, una fugaz tormenta de amor nos envolvió y un remolino de ternura nos dejó ir, sin saber que no volvería a verte.

Ahora son sólo recuerdos y escritos los que llenan mis venas de felicidad, conversámos poco, pero cada momento hace palpitar más lo nuestro...