Cuando sueñas te enamoras, te despiertas y
ya no existe. Ilusos soñadores, creímos en
la utopía de la felicidad. ¿Y qué es eso? Momentos, trocitos de sueños en que se
detiene el tiempo y te regocijas con la risa de alguien más, con los rostros eufóricos
de satisfacción, las palabras bonitas del día a día y caricias pintorescas, hasta
que te das cuenta que no se puede reír siempre y menos vivir de eso, todo sigue
su curso.
Y pensar que estuve en un coma profundo por
tanto tiempo. Hace mucho que no me sentía así. Jugamos un juego prohibido, la
mentira no fue suficiente. La vida es un sueño. Nos arriesgamos y caímos en el
túnel más oscuro e interminable, del cual ahora sólo quiero ver la luz, pero
aún no comprendo las cosas como son, no puedo salir. Durante las primeras
noches te soñaba. Durante el día sólo me inventaba distintas alternativas,
esperando que el tiempo pasara rápido, al contrario, para aliviar un poco el
dolor terminaba sumergida nuevamente en el sueño, del cual despertaba aturdida
y más confundida. Transcurrieron lapsos en que recuerdos hermosos eran lo único
que me hacía no sentir rencor ni dudar. Un día decidí levantarme y correr bajo
la lluvia, sin importar mojarme, total ya pasé la peor tormenta. El túnel que
al principio se veía oscuro, ahora está más despejado, ¿es que amaneció o me
acerco al final? Existen dos caminos, ninguno es fácil, pero qué más da siempre
he optado por lo complejo, lo único que tengo claro es que al final de ambos
está el sol. De todos modos no puedo salir sola, se trata de despejar los
miedos y optar. Enamorarse es una actitud. Sentir, pensar y actuar
hacia un mismo lado, todo junto. No es suficiente sentirlo, hay que probarlo.
El tiempo y la verdad. Al final del túnel, siento que día a día muero un poco en ti.
Y tú también en mí...